Hasta hace poco tiempo, los antropologístas y prehistoriadores, daban por supuesto que el proceso de desarrollo humano estaba relacionado con la evolución de las armas. Del palo o rama al garrote, de este a la clava, luego a la lanza, después la lanza con impulsor, de aquí al arco y las flechas, etc… Esta idea, por supuesto machista del rol de la pareja, ha cambiado recientemente, y a partir de 1981 Tanner y otros argumentaron que no fue el “hombre cazador” sino la “mujer recolectora” quien tuvo mayor influencia en la evolución hacia el raciocinio.

El Doctor N. Tanner basó esta teoría observando a culturas actuales de pueblos “cazadores y recolectores”, en las que se confirma la predominancia de la mujer, incluso con auténticos matriarcados, y lo mismo ocurre en familias de grandes primates. Seguramente se utilizaron más y mejor las herramientas por las mujeres que por los hombres. Es costumbre no consumir lo recolectado in situ sino llevarlo a lugar seguro. Útiles y contenedores (bolsas o cestos) debieron ya emplearse en el Paleolítico Superior.

En Gönnesdorf (Alemania) hay unas marcas en una cueva en la que se distinguen figuras estilizadas de mujeres, llevando a su hijo a la espalda, con grandes trajes a cuadros. Podrían continuar trabajando o trasladándose con los niños.

Los lobeznos hallados serían atrapados, y consumidos la mayoría, algunos serían utilizados para paliar el dolor de las mamas en las mujeres que habían perdido al hijo, cosa frecuente en la época. Seguro que prefirieron el tetar de un cachorro de lobo al de cervatos o corderos, viendo como lo hacen.

Por la extrema curiosidad humana, si un cachorro de lobo era distinto a los demás, posiblemente sería más conservado, y si veían que les seguía y les llamaba, el instinto maternal de toda mujer debía reflejarse en un sentimiento de protección hacia ellos. Difícil, aunque no imposible, es que llegasen a cazar vivos y adoptar lobos adultos.

Lo que sí está comprobado, científicamente a partir de Konrad Lorenz, que los animales toman como su progenitor a quien primero ven y oyen, en el caso de las aves al salir del cascarón, o a quien cuida de ellos antes del momento denominado “imprinting”, que en el caso de los lobos- perros, es alrededor de los 50 días.

Los cachorros de lobo, encariñados con la persona que les dio de mamar o que les cuidó, se sienten miembros de la manada humana, con toda probabilidad, en decenas de miles de años, millones de ocasiones no fallaron, y fueron muchos los que se conservaron en el seno de las familias, aunque otros fueran consumidos al hacerse mayores, y otros escaparan.

Al buscar el distingo, diferente del lobo, juguetones o infantiles, y menos agresivos, al estar todo ello relacionado, dio como consecuencia que las mujeres prefirieron las características citadas anteriormente: orejas colgantes, ladridos de llamada, lamido en solicitud de comida, salto hacia la persona, aspecto juvenil (fetal), pérdida de agresividad, colores varios, etc…Y estos cachorros, una vez mayores, se reprodujeron entre sí, y de los hijos se elegían de nuevo los diferentes. Con ello, la presión genética de la naturaleza lobuna desaparecía y se manifestaban aspectos juveniles o neotización, hasta ir formando los perros (J. Camps, 1991-92).

Así pues la mujer tuvo enorme influencia, tanto por su rol más importante en los clanes del Paleolítico Superior, como por el condicionante maternal.

Estimando que se iniciara la selección de cachorros de lobo, antes de imprinting, hace 80.000 años, a promedio de generación de un año tendríamos la posibilidad de que los perros actuales contarán con 80.000 generaciones. Los hombres desde la misma época (verdaderos homo sapiens sapiens) a 16 años promedio de generación representan sólo 5.000 generaciones. Deberíamos ponernos, con selección dirigida, hasta el año 1.200.000 para equipararse a los perros actuales, y estamos en el 2.021… esto sólo como confirmación de posibilidades.